miércoles, 5 de diciembre de 2012

Los Conchos



Además del bisonte, los animales más apreciados por los Conchos fueron naturalmente aquellos que abundaban en la región, tales como el venado y el conejo, muy numerosos entonces en todo el estado, y cuyas pieles eran aprovechadas para hacer vestiduras. Los ha descrito como de nariz ancha de dorso largo, pómulos salientes y cabeza más bien redondeada.
Como muchos otros grupos, eran afectos a los collares con caracolillos en los que además incluían unas cuentas de conchas, las mujeres se peinaban con cuidado y solían llevar el torso desnudo.

Las reuniones en grupos de varias familias eran ocasionales: para aprovechar las cosechas, despedir a un difunto, o por episodios de guerra.
Las casas eran pequeñas, adecuadas para albergar, sólo ocasionalmente a las familias, debido a que se usaban por corto tiempo se les construía con ramas de plantas ribereñas, material fácil de conseguir y perecedero, razón por la cual no ha sido posible encontrar alguna de ellas en pie.

Las fuentes históricas mencionan que algunas de las ceremonias de carácter mágico-religioso, los Conchos practicaban la antropofagia.
Probablemente utilizaron los cactus alucinógenos para establecer contacto con la divinidad de la misma forma en que lo hacían los Tarahumaras y los Huicholes.

Con la conquista española, los Franciscanos quedaron a cargo de Conchos, las costumbres nómadas con el gran espacio del desierto y la llanura hicieron muy difícil la organización de la misión.

A principio de 1645 se sublevaron, tomaron el pueblo de San Francisco de Conchos el día 25 de marzo, en donde dieron muerte a los franciscanos Fray Tomás de Zigarán y Fray Francisco Labado que servían la misión y quemaron la iglesia y casa cural.

Hacia 1649, Don Digo Guajardo Fajardo, capitán general y gobernador de la Nueva Vizcaya, calculó que los Conchos ascendían a un número cercano a los 50.000.

Desde su última rebelión en 1684, su incorporación gradual a la vida españolizada, terminó absorbiendo su cultura, de la que hoy no quedan rastros

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